jueves, 1 de mayo de 2014

Polla embrujada

El cielo oscureció en pleno mediodía, cómo si Dios hubiese cerrado los ojos, elevándose un aire de tormenta. Desde una de las almenas del castillo, el Mago Cascapollas invocaba a las fuerzas del mal :- Que el príncipe Cristian duerma el resto de sus días - ... El hechizo aún no se había diluido en el aire, cuando el cielo se descerrajó con violencia. Unas carcajadas desquiciadas resonaron en el castillo. El Mago Cascapollas con un talante repulsivo reía cómo un poseso bajo la intensa lluvia. Sus ojos grisáceos fríos cómo el hielo, miraban hacia la ventana de los aposentos del príncipe con destellos de ira. Su hechizo será eterno.

Los años fueron transcurriendo y los ojos celestes cómo aguamarinas del príncipe permanecían en la más negra oscuridad. Aunque la expresión dulce de su cara, embellecía ese rostro de piel rosada y cabellera rubia cómo espigas de oro. Muchos eran los que llegaban de exóticos y lejanos países al pequeño castillo de piedras rosadas, que se alzaba en un promontorio rocoso en el corazón de Limousin, cerca de Brive para intentar deshacer el hechizo del Mago Cascapollas y, así casarse con el joven y bello príncipe durmiente... Pero ni reyes, ni grandes guerreros... Nadie podía conseguir romper el maleficio que el Mago Cascapollas conjuró en su día, loco de celos y furioso al ser rechazado por el príncipe para yacer con él... Sólo se conseguiría si un guerrero de alma pura y aún virgen tocase con su dedo del amor los labios carnosos del príncipe.

Y así fue cómo un día el joven Tristán, un jovial guerrero que disfrutaba de los amaneceres que vivía allí donde despertaba. Llegó ante el príncipe y quedó prendado hasta la médula de su belleza. Tristán aún no había conocido hombre. A pesar de ser un bravo guerrero apolíneo, de cabellera azabache y barba frondosa, aunque bien recortada, en la que le sobresalían unos carnosos y sensuales labios rosados... Vestía una corta malla plateada ajustada al cuerpo, que realzaba su pecho fibrado de tanto guerrear... Tristán quedó tan prendado de la belleza intemporal del príncipe, que al momento tuvo una enorme erección, marcándose de sobremanera en sus calzones de mallas azules. Lo que produjo en todos los allí presentes, un irrefrenable deseo de lamer y saborear tan suculento miembro viril.

Tristán se bajó las mallas azules ceremoniosamente y, con la mano cogió su largo y endurecido dedo del amor, que lucía radiante en su entrepierna, y lo alargó con autoridad a los labios carmesí del joven príncipe durmiente. Al roce, su alteza abrió los ojos instantáneamente, y con gesto majestuoso, cogió el dedo del amor que lo había vuelto a la vida terrenal, y se lo introdujo en la boca, succionándolo con inmensa lujuria  y deseo, acumulados por tantos años de abstinencia...

Al rato, se oyó un aullido felino de placer y, el dedo del amor del joven guerrero virgen, empezó a bombear a borbotones una caliente y espesa leche en la boca del príncipe que bebía el brebaje de la vida, con ardiente glotonería... El hechizo se rompió para siempre... Una fina lluvia de brillantes partículas de oro llenó la estancia en la que los demás guerreros allí presentes, masturbaban con frenesí sus grandes y endurecidos miembros viriles, mirando con tremenda envidia cómo el príncipe engullía en su principesca boca, el enorme falo del amor del varonil guerrero...

Jaume Serra i Viaplana.

Fotografía: Andrés Mauri.
www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo: Jaume Serra i Viaplana.

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