Un sofocante calor invade la gran metrópoli barcelonesa.
Benjamín nota un cosquilleo en la espalda al deslizarse por ella unas gotas de
sudor que compiten entre ellas en una carrera para llegar a su cintura. A pesar
de ello, sigue conservando su compostura enfundado y sudando dentro de su elegante
traje con corbata. Por suerte en el vagón del metro no hay mucha gente. De pronto, le llama la atención los pies de un joven alto,
guapo, sumamente varonil. Calzado con unas chanclas de goma verdes con la
bandera de Brasil en una de las tiras que se le ajustan al empeine a la
perfección. Son unos pies largos y anchos, bien formados con las uñas
perfectamente cortadas y limadas. Benjamín se ha quedado absorto mirando ésos
pies viriles con algunos pelillos negros sobre sus vigorosos dedos… Intenta
disimular, pero no puede dejar de mirarlos. Le producen una fuerte excitación que
se transforma enseguida en una dura erección. Se ruboriza y empieza a sudar aún
más.
Calvin se ha dado cuenta y deja escapar de sus gruesos
labios, una ligera pero pícara sonrisa. A la vez que con putería, cruza las
piernas apoyando el pie descalzo sobre su pierna derecha… Benjamín tiene ahora
una visión mucho más cercana del pie desnudo del joven. Es blanco, suave, de
piel tersa y elástica… Ante su propio estupor, Benjamín nota cómo su endurecido
pene se va lubricando. Instintivamente se mira la bragueta del pantalón de su
traje de lino beige, por si se ha mojado, o que se note demasiado su erección…
Nervioso, mira a su alrededor. Pero nadie, a excepción de Calvin, que sigue con
una discreta sonrisa socarrona en los labios, se fija en él.
Ambos se miran con una complicidad cargada de erotismo y sensualidad. Calvin libera su polla de sus ajustados vaqueros y se acaricia suavemente su capullo mojado y enrojecido mientras observa bajo sus pies los prominentes pezones de Benjamín que se transparentan a través de su fina camisa de lino empapada de sudor.
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