Ya no hay rosas ni cipreses ni labios rojos a los que besar; ni auroras que con su inmenso rubí cintile en el cielo; ni crepúsculos de techos de amatista; ni penas ni alegrías... sólo hay el vacío. Sin ti, mi suerte y la del universo ya no me importan. Tu ida ha extinguido el brillo fatuo del alba, que llenaba de luces de colores mi vida... Mi corazón lacerado ya no quiere seguir latiendo. Quiero franquear el umbral de las tinieblas, entrar en la noche de los sepulcros... que mi alma se desprenda de mi cuerpo y se arroje tras el velo que flota entre el universo y el eterno... Tú eras mi todo.
La sedosa cabellera dorada de Eudald, revolotea sobre su cara, movida por la brisa matinal que entreabre las flores silvestres, acariciando sus pétalos. En su bello rostro se han secado las fuentes del llanto. Su escultural cuerpo desnudo, se erije majestuosamente como un monumento a la belleza pura... a sus pies descalzos, las violetas despliegan su esplendido ropaje morado, cubriendo la pared rocosa del precipicio que se extiende delante de él.
El cuerpo de Eudald está ante el vacío, sereno, con la mirada perdida. Su mente está inmersa en el recuerdo de ese lejano día, en que embriagado de amor por Biel, su hermano mayor . Se entregó a él en cuerpo y alma, ofreciéndole su virginidad, una mañana que el sol había dispersado ya las estrellas de una noche romántica. Y entre sábanas de raso celeste, Eudald bebió de la boca de su hermano el néctar del amor y se entregó al placer...
Biel, ardiendo de pasión por Eudald, besó lentamente su virginal cuerpo rasurado, hasta llegar a su ano glotón, que lo lamió con frenesí. Haciendo que Eudald no dejara de gemir ni un solo instante... Cuando estuvo bien lubricado por su saliva. Biel introdujo con sumo cuidado todo su endurecido miembro viril, llegando hasta las mismísimas entrañas de Eudald... Los dos se entregaron a ese placer arcano que te lleva al Edén, cuando se está ungido por el aroma del amor y el deseo. Biel cabalgó dentro de su hermano, con una pasión indomable. Un deseo feroz devoraba sus cuerpos, sin dar más tregua a sus pasiones, Biel en una espasmotica envestida, dejó todo su diabólico brebaje dentro de Eudald quedando este hechizado para siempre.
Eudald sabe que no quiere vivir fuera de la prisión de los deseos de Biel, a los que durante años ha estado completamente sumiso, pero ahora... Biel le ha enviado un mensaje en el que le dice que lo deja por Marc, su nuevo amor y padre de ambos. Eudald sabe que no puede cambiar el universo, por eso quiere unirse a él... Con la mirada perdida en el infinito, grita al vacío el nombre de su amado, que vuelve en un eco lastimero... Biel... Biel... Biel...
Eudald se ha excitado tanto, recordando cómo lo poseyó Biel el día que perdió su virginidad y todos los días y noches que les han sucedido en éstos años en los que su hermano ha sido el copero que le ha ofrecido el brebaje del amor y el sexo del que ha bebido con verdadera ansia, hasta la última gota... Sin darse apenas cuenta, ha empezado a masturbarse regocijándose en ése recuerdo... De pronto, siente unos espasmos en su cuerpo y un chorro de semen sale con fuerza de su largo y grueso pene. En ése instante, Eudald se entrega a los brazos del eco, que desgrana en el aire de cristal el nombre de Biel... El libro del destino queda cerrado.
Su alma cabalga ya desnuda por el limbo sideral.
Jaume Serra i Viaplana.
Fotógrafía: Andrés Mauri. www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo: Jaume Serra i Viaplana.
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