Una gota de agua se desprende alegremente del trozo de hielo que Sebastian tiene prisionero entre sus largos dedos de pianista y se desliza majestuosamente por el torso de tersa piel morena carente de vello, suave cómo las mejores sedas orientales del perfilado y musculoso joven cuerpo caribeño de Dorian.
Con los párpados entrecerrados, Dorian, desnudo sobre las grisáceas rocas del acantilado, sucumbe sumisamente a los placeres que le produce la dictadura de las caricias de los dedos de Sebastian, su apasionado novio catalán. Sus gemidos espasmóticos producidos al deslizarse el cubito de hielo por su pecho, se unen al rugido del embravecido mediterráneo, que golpea las rocas con regia altanería, formando una sensual melodía... Un resplandor lunar ilumina los dos cuerpos desnudos, entrelazados sobre las grandes rocas, moviéndose rítmicamente como bailarines en una danza erótica. La excitación por la fricción de sus cuerpos sin ropa, llena sus pieles de decenas de gotas de sudor, que destellan a la luz de la luna, como diamantes esparcidos sobre sus atléticos cuerpos.
Unos cuerpos que hierven de pasión, profiriendo al aire constantes gemidos de lujuria, que levitan en la oscuridad de la noche como notas musicales de un bolero. Una noche mágica, en la que Sebastian, mirando con sus ojos azules como aguamarinas a los chispeantes ojos miel de Dorian, le ha pedido que se case con él, regalándole un precioso anillo de platino y brillantes dentro de una larga copa de cristal llena de burbujeante cava de la que han bebido los dos, bajo un cielo cuajado de estrellas en un improvisado picnic a la luz de la luna. Con el que Sebastian ha sorprendido a Dorian ésta noche de verano.
Como un borbotón de seda y pedrería, la lengua de Sebastian se desliza por el cuerpo de Dorian, que está en plena efervescencia sexual. Siguiendo el reguero húmedo que ha dejado el trozo de hielo en ésa piel canela, que a los gruesos y bonitos labios de Sebastian, le saben a frutas silvestres... Dorian arquea su cuerpo de placer, la barba recortada de Sebastian le produce un agradable cosquilleo en el estómago al roce con su piel, ya muy sensibilizada. Sebastian se introduce en su boca poco a poco el rojizo prepucio lubricado de Dorian saboreándolo lividinosamente, que entre gemidos, mira amorosamente a Sebastian y entiende por primera vez, el verdadero significado de la palabra sacramental AMOR. Sebastian hace tiempo que le había encendido luces en su alma.
Jaume Serra i Viaplana
Fotografía : Andrés Mauri
Modelo: Jaume Serra i Viaplana
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