miércoles, 12 de marzo de 2014

Culos para la nobleza

El Conde Capullin vivía en una mansión de dos plantas de estilo neoclasico, rodeado de un fantástico jardín donde reinaban varios sauces y algunos abetos, en otra zona apartada había otro jardín lleno de altos setos en forma de grandes falos. Cuando llegaba el buen tiempo y el jardín olía a primavera, luciendo el sol sobre el cielo azul que cubre París. El Conde Capullin y su amante el Marqués Lameculo, disfrutaban de un modo muy especial de su "jardín de los culos".

Capullin era alto, fuerte con el cabello rubio oscuro y ojos casi verdes con unas manos fuertes y callosas de tanto masturbarse. Era un seductor y un "bon vivant". Su debilidad era tomar el postre directamente del trasero de hombres jóvenes y guapos, pero sin verlos ni que le vieran. Con voz lasciva pero de tono pastoso, había bebido y olía mucho a alcohol. Mandó que los criados más jóvenes se quitaran los calzones y pusieran sus culos desnudos en sendos agujeros redondos, que había en una larga valla de madera en el centro del jardín de los setos de falo.

El Marqués Lameculo era el probador de culos. Rubio, alto, galante y refinado. Se puso al lado del Conde Capullin y juntos empezaron a pasar revista a los culos que en formación salían por los agujeros de la valla de madera... Los ojos del Marqués tenían destellos de infinita lujuria...

Sin mucha convicción acarició el primer culo. Arrugó la nariz y, con una mueca de desagrado le dijo al conde que era demasiado "fofo"... El segundo lo acarició un poco más, le dio unas palmaditas y la piel blanquecina se volvió rosada. No convencido del todo, metió el dedo en el culo. Al instante, se oyó un grito - ¡hijo de puta! - luego lo sacó, se lamió bien el dedo y, decidió que al Conde tampoco le gustaría... El tercero era un culo rosado de un joven sirviente de figura frágil, casi etérea. Al Marqués le empezaron a brillar los ojos de una forma especial. Inflamado de deseo, incó las rodillas en el suelo y se emocionó cómo si estuviese ante una aparición divina, al tener ése culito ante sus ojos.... El Conde miró a su amante, el Marqués, dedicándole una lasciva mirada de complicidad.

El Marqués se derretía al mirarlo. Con sus refinadas manos separó tanto como pudo las nalgas del joven sirviente. Ante él quedó al descubierto un bonito orificio anal. Sacó su húmeda lengua y empezó a lamer aquel agujero rosado, intentando meter la lengua lo más adentro posible... Excitado, empezó a besar aquel orificio tan exquisito y sabroso.... Cuando el Marqués besaba un culo, lo hacía con pasión, con mucha pasión. Todos sus sentidos se revolucionaban, el gusto, el olfato, el tacto... cada uno de ellos le producía una reacción química y emocional. Al combinarse las reacciones le llevaban a un estado mental y sexual indescriptible... El Marqués seguía apretando con fuerza las nalgas del siervo y, después del beso apasionado en el ano, se lo mordió hasta hacerlo sangrar.

El Marqués Lameculo llamó a uno de sus criados que llevaba una bandeja de plata rebosante de crema catalana, hecha por un afamado repostero barcelonés. Y con sus hábiles manos empezó a untar el enrojecido e irritado orificio anal del joven sirviente... Los ojos del Conde Capullin se llenaron de destellos de deseo... - éste sí Conde - ...Y el Conde se arrodilló y, empezó a comer con voracidad y glotonería la suculenta crema catalana... Excitado por los jadeos del joven siervo. El Marqués notó cómo su miembro viril se inflamaba y lubricaba viendo a su amante comer en el culo del criado y empezó a masturbarse con frenesí...

El Conde Capullin había empalmado al recordar esas tardes con su amado en el jardín de los culos. Incluso en éste momento tan delicado en que la hoja de la guillotina baja inexorablemente. A los pocos segundos su cabeza rueda por el suelo hasta chocar con la del Marqués, haciendo una carambola con ésta que cae en la cesta de mimbre... Su joven siervo nota una gran erección dentro de sus calzones, al contemplar aquel espectáculo de borrachera sangrienta. Saca su polla y empieza a pajearse ante las dos cabezas... La revolución francesa ha comenzado.

Jaume Serra i Viaplana

Fotografía : Andrés Mauri.  www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo     : Jaume Serra Viaplana.

domingo, 2 de marzo de 2014

Enculadas en comisaría


El sol parece querer filtrarse entre unas nubes altas que corren a través del cielo de Barcelona. Comienza a anochecer. Hace ya un año que ha acabado la guerra y los fascistas españoles han implantado el estado de terror en el país. Por los sótanos de la Jefatura superior de Policía de Vía Laietana circulan diariamente decenas de catalanes. Muchos de ellos desaparecen para siempre.

Lluc, joven republicano catalán, de pelo precioso, de un castaño tan claro que es casi rubio y ojos grandes almendrados, permanece sentado en el suelo del sótano de la Jefatura de Policía abrazando las rodillas contra el pecho mientras llora. Hace un  rato que Manuel, un militar golpista alto, robusto, de ojos negros y aspecto fiero se había abandonado sobre él abofeteándolo hasta hacerle caer al suelo. Al tiempo que le arrancaba la ropa, mientras aquellos ojos negros, tan fríos como el hielo, repletos de ira hacia él lo miraban con lujuria enfermiza... a continuación, lo empujó hasta tenerlo sobre una mesa de madera carcomida llena de sangre pegajosa donde abriéndole las piernas, le metió sin miramientos el puño y parte de su brazo por el culo. Produciendo un desgarro en el agujero de su ano.

Al poco tiempo de salir Manuel, entran dos hombres de camisa blanca medio desabrochada, enfundados en sendos trajes negros. Sin mediar palabra, uno de ellos le propina a Lluc un puntapié  en medio de la cara. Lluc siente el sabor metálico de la sangre en sus labios. Ante la visión de ése viscoso líquido rojo, los dos policías se excitan en sobremanera. Sus braguetas empiezan a abultar bastante. Aumentando a medida que le van pegando con una porra de caucho en la cabeza. Lluc intenta protegerse con las manos. Uno de los polis parece especialmente enfurecido. El aliento le huele  a coñac y, se mezcla con el hedor que desprenden sus axilas cada vez que levanta el brazo para golpearle.  - ¡ Habla, hijo de puta, habla ! - le grita enfurecido, como fuera de sí... Lluc sólo puede dejar escapar aullidos que suenan infrahumanos.

Cuando Lluc se ha recuperado un poco, ha vuelto a entrar Manuel. sin siquiera mirarlo se quita la americana de oficial del ejercito nacional, la cuelga  en uno de los clavos que hay en la pared y, de pronto empieza a golpearlo. Después de varios puñetazos, Lluc se desmaya. Vuelve en sí al sentir que se ahoga. Los dos policías a las órdenes de Manuel, le están metiendo la cabeza en un barreño lleno de agua sucia, repitiéndolo varias veces. Al cansarse de ello, le atan las manos con una soga que le despelleja la piel y lo cuelgan de un gancho que prende del techo. Con los brazos hacia arriba, desnudo y sujeto sólo por la cuerda que enlaza sus manos. Lluc siente un inmenso dolor en todo su cuerpo amoratado. Sus gritos de dolor resuenan en el lúgubre sótano. Uno de los policías se acerca a Lluc con algo en las manos. Lluc al instante grita cómo un animal malherido, cuando siente unas pinzas al hierro vivo apretando sus pezones. Los gritos desgarradores de dolor, excitan de tal manera a los tres policías, que  se sacan sus  tiesos y duros rabos tremendamente lubricados. Y uno a uno, violan a Lluc sin compasión. A la vez que van profiriendo contra él, toda clase de vejaciones.

Al cabo de unas horas, Lluc se despierta en el frío suelo de la celda. Su cuerpo está hecho un ovillo encima de un charco de su propia sangre. Por  su cuerpo se desliza el semen de los tres policías. Lluc está inmóvil, ni siquiera se atreve a llorar... El pecho le arde y se pregunta si aún conserva los pezones... El dolor de carne quemada y semen lo llena todo...

Jaume Serra i Viaplana.

Fotografía : Andrés Mauri. www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo     : Jaume Serra i Viaplana


Semen de Ébano y Bourbon

El jazz en Nueva Orleans es como una religión, es un estado de la persona. Un calor húmedo invade la calle Bourbon, en la que más t...

Lo más caliente...