El sol parece querer filtrarse entre unas nubes altas que corren a través del cielo de Barcelona. Comienza a anochecer. Hace ya un año que ha acabado la guerra y los fascistas españoles han implantado el estado de terror en el país. Por los sótanos de la Jefatura superior de Policía de Vía Laietana circulan diariamente decenas de catalanes. Muchos de ellos desaparecen para siempre.
Lluc, joven republicano catalán, de pelo precioso, de un castaño tan claro que es casi rubio y ojos grandes almendrados, permanece sentado en el suelo del sótano de la Jefatura de Policía abrazando las rodillas contra el pecho mientras llora. Hace un rato que Manuel, un militar golpista alto, robusto, de ojos negros y aspecto fiero se había abandonado sobre él abofeteándolo hasta hacerle caer al suelo. Al tiempo que le arrancaba la ropa, mientras aquellos ojos negros, tan fríos como el hielo, repletos de ira hacia él lo miraban con lujuria enfermiza... a continuación, lo empujó hasta tenerlo sobre una mesa de madera carcomida llena de sangre pegajosa donde abriéndole las piernas, le metió sin miramientos el puño y parte de su brazo por el culo. Produciendo un desgarro en el agujero de su ano.
Al poco tiempo de salir Manuel, entran dos hombres de camisa blanca medio desabrochada, enfundados en sendos trajes negros. Sin mediar palabra, uno de ellos le propina a Lluc un puntapié en medio de la cara. Lluc siente el sabor metálico de la sangre en sus labios. Ante la visión de ése viscoso líquido rojo, los dos policías se excitan en sobremanera. Sus braguetas empiezan a abultar bastante. Aumentando a medida que le van pegando con una porra de caucho en la cabeza. Lluc intenta protegerse con las manos. Uno de los polis parece especialmente enfurecido. El aliento le huele a coñac y, se mezcla con el hedor que desprenden sus axilas cada vez que levanta el brazo para golpearle. - ¡ Habla, hijo de puta, habla ! - le grita enfurecido, como fuera de sí... Lluc sólo puede dejar escapar aullidos que suenan infrahumanos.
Cuando Lluc se ha recuperado un poco, ha vuelto a entrar Manuel. sin siquiera mirarlo se quita la americana de oficial del ejercito nacional, la cuelga en uno de los clavos que hay en la pared y, de pronto empieza a golpearlo. Después de varios puñetazos, Lluc se desmaya. Vuelve en sí al sentir que se ahoga. Los dos policías a las órdenes de Manuel, le están metiendo la cabeza en un barreño lleno de agua sucia, repitiéndolo varias veces. Al cansarse de ello, le atan las manos con una soga que le despelleja la piel y lo cuelgan de un gancho que prende del techo. Con los brazos hacia arriba, desnudo y sujeto sólo por la cuerda que enlaza sus manos. Lluc siente un inmenso dolor en todo su cuerpo amoratado. Sus gritos de dolor resuenan en el lúgubre sótano. Uno de los policías se acerca a Lluc con algo en las manos. Lluc al instante grita cómo un animal malherido, cuando siente unas pinzas al hierro vivo apretando sus pezones. Los gritos desgarradores de dolor, excitan de tal manera a los tres policías, que se sacan sus tiesos y duros rabos tremendamente lubricados. Y uno a uno, violan a Lluc sin compasión. A la vez que van profiriendo contra él, toda clase de vejaciones.
Al cabo de unas horas, Lluc se despierta en el frío suelo de la celda. Su cuerpo está hecho un ovillo encima de un charco de su propia sangre. Por su cuerpo se desliza el semen de los tres policías. Lluc está inmóvil, ni siquiera se atreve a llorar... El pecho le arde y se pregunta si aún conserva los pezones... El dolor de carne quemada y semen lo llena todo...
Jaume Serra i Viaplana.
Fotografía : Andrés Mauri. www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo : Jaume Serra i Viaplana
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