Alan y
Saúl pasean cogidos de la mano por las callejuelas adoquinadas que serpentean
entre los sepulcros anónimos y muertos ilustres. Sus pasos rompen el tapiz de
hojas amarillentas, rojizas y anaranjadas que decoran los sepulcros esparcidos
entre majestuosos fresnos, robles, castaños y magnolios del cementerio de Père-Lachaise
de París. Hasta llegar a la tumba de Oscar Wilde, en la que depositan unos
crisantemos blancos.
Saúl es un morenazo treintañero de una excitante e insultante virilidad, de cuerpo musculado cubierto de rizado pelo azabache. Sus claros ojos azules miran con deseo la larga y esbelta figura de Alan. A sus casi treinta años, tiene el atractivo especial que todo chico debe guardar para agradar a un hombre. Estar a solas con Alan rodeado de tantas tumbas célebres produce en Saúl una sensación insólita que le eriza todo el cuerpo. Le excita el morbo y, en ése momento se está poniendo cachondo... movido por la más pura lujuria, empieza a acariciar el duro y escultural trasero de Alan, al cual se le enciende la piel y los sentidos al momento, como siempre que le toca su macho...
El sol destella sus mejores luces, en un cielo perfectamente calmado, bañando los dos jóvenes cuerpos... Saúl sonríe lascivamente a Alan, sus axilas empiezan a sudar... el semental que hay dentro de él se está despertando por momentos... sin mediar palabra, lo inclina sobre una tumba cubierta por una estatua de bronce de tamaño natural, que representa al joven periodista Víctor Noir fallecido en duelo en 1870, con un sombrero caído, el pelo ensortijado, la camisa desabrochada y una inequívoca protuberancia en la entrepierna que los visitantes suelen acariciar para tener una exitosa vida conyugal.
Con mano temblorosa y cierta brusquedad por la excitación del momento. Saúl baja los pantalones de Alan y de un manotazo rompe sus calzoncillos. Tiene prisa por montarlo, siente cómo su corazón se acelera... Para lubricarle el orificio anal, se arrodilla ante ése provocador y sensual culo, que empieza a lamer con glotonería, escupiendo en él para lubricarlo bien... Al poco se levanta y se ensaliva un dedo que mete en el ano de Alan, luego dos, tres... El agujero del culo de Alan enrojece y empieza a dilatar. Haciéndole gemir cada vez con más excitación... Sus respiraciones nerviosas inhalan y exhalan el mismo aire, les entra por la nariz, la boca y les caldea las entrañas. Saúl, nervioso, hace saltar los botones de la bragueta de su pantalón de un tirón. Excitado, saca su grueso miembro viril, endurecido cómo una piedra y ya bastante lubricado para hundirlo sin más en el lamido y húmedo ano de Alan, que al momento da un respingo de dolor, para luego seguir gimiendo de placer.
Alan y Saúl follan cómo locos, intentan no jadear demasiado fuerte, ya que no muy lejos de ellos hay una ceremonia fúnebre... En plena vorágine sexual, Alan gira la cabeza buscando la boca de Saúl, se besan con avidez y desesperación mientras Saúl sigue follándolo con verdadero frenesí... están ciegos de felicidad y deseo...
Al poco, Saúl intenta ahogar un aullido que le nace de los mismísimas entrañas y se corre sin más dentro de Alan, derramando una buena cantidad de leche caliente en él... Alan está ya tan excitado, que al notar cómo su macho se corre dentro suyo, eyacula también casi al mismo instante, esparciendo su semen sobre la estatua fúnebre.
Jaume Serra i Viaplana
Fotos: Andrés Mauri.
www.queerdarkphoto.blogspot.com
Saúl es un morenazo treintañero de una excitante e insultante virilidad, de cuerpo musculado cubierto de rizado pelo azabache. Sus claros ojos azules miran con deseo la larga y esbelta figura de Alan. A sus casi treinta años, tiene el atractivo especial que todo chico debe guardar para agradar a un hombre. Estar a solas con Alan rodeado de tantas tumbas célebres produce en Saúl una sensación insólita que le eriza todo el cuerpo. Le excita el morbo y, en ése momento se está poniendo cachondo... movido por la más pura lujuria, empieza a acariciar el duro y escultural trasero de Alan, al cual se le enciende la piel y los sentidos al momento, como siempre que le toca su macho...
El sol destella sus mejores luces, en un cielo perfectamente calmado, bañando los dos jóvenes cuerpos... Saúl sonríe lascivamente a Alan, sus axilas empiezan a sudar... el semental que hay dentro de él se está despertando por momentos... sin mediar palabra, lo inclina sobre una tumba cubierta por una estatua de bronce de tamaño natural, que representa al joven periodista Víctor Noir fallecido en duelo en 1870, con un sombrero caído, el pelo ensortijado, la camisa desabrochada y una inequívoca protuberancia en la entrepierna que los visitantes suelen acariciar para tener una exitosa vida conyugal.
Con mano temblorosa y cierta brusquedad por la excitación del momento. Saúl baja los pantalones de Alan y de un manotazo rompe sus calzoncillos. Tiene prisa por montarlo, siente cómo su corazón se acelera... Para lubricarle el orificio anal, se arrodilla ante ése provocador y sensual culo, que empieza a lamer con glotonería, escupiendo en él para lubricarlo bien... Al poco se levanta y se ensaliva un dedo que mete en el ano de Alan, luego dos, tres... El agujero del culo de Alan enrojece y empieza a dilatar. Haciéndole gemir cada vez con más excitación... Sus respiraciones nerviosas inhalan y exhalan el mismo aire, les entra por la nariz, la boca y les caldea las entrañas. Saúl, nervioso, hace saltar los botones de la bragueta de su pantalón de un tirón. Excitado, saca su grueso miembro viril, endurecido cómo una piedra y ya bastante lubricado para hundirlo sin más en el lamido y húmedo ano de Alan, que al momento da un respingo de dolor, para luego seguir gimiendo de placer.
Alan y Saúl follan cómo locos, intentan no jadear demasiado fuerte, ya que no muy lejos de ellos hay una ceremonia fúnebre... En plena vorágine sexual, Alan gira la cabeza buscando la boca de Saúl, se besan con avidez y desesperación mientras Saúl sigue follándolo con verdadero frenesí... están ciegos de felicidad y deseo...
Al poco, Saúl intenta ahogar un aullido que le nace de los mismísimas entrañas y se corre sin más dentro de Alan, derramando una buena cantidad de leche caliente en él... Alan está ya tan excitado, que al notar cómo su macho se corre dentro suyo, eyacula también casi al mismo instante, esparciendo su semen sobre la estatua fúnebre.
Jaume Serra i Viaplana
Fotos: Andrés Mauri.
www.queerdarkphoto.blogspot.com
Extraordinario relato Jaime. Se me ocurren muchos lugares morbosos donde practicar sexo pero nunca habría pensado en un cementerio público y con un funeral cerca teniendo lugar.
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