Herbert
lleva horas corriendo por la montaña huyendo de un soldado enemigo que le pisa
los talones. Agotado, se deja caer de rodillas al suelo para descansar unos
instantes. A los pocos minutos, siente el frío del cañón de una metralleta en
la sien, el miedo paraliza su cuerpo, sabe que es el final. Una furtiva lágrima
traiciona su orgullo militar. Suena un disparo - PAMM -... Silencio...
Incrédulo,
Herbert abre los ojos, a su alrededor no hay sangre, ni sus sesos han saltado
por los aires... Ante él está el soldado enemigo. Alto, profundamente moreno,
con la camisa mojada por el sudor medio desabrochada que revela una musculatura
prominente que resalta por el espeso vello azabache que la cubre... Ante la
sorpresa de Herbert, el soldado deja escapar de sus labios una leve sonrisa
lasciva. A la vez que sin dejar de encañonarlo, se frota su entrepierna.
Están perdidos en una montaña donde la
tarde pone fin puntualmente. Unas nubes de algodón púrpura, cubren el cielo con
un tono rosado violáceo... El soldado extranjero se desabrocha lentamente los
botones de la bragueta de su pantalón militar y aflora su masculinidad salvaje...
Las miradas furiosas de los dos soldados ultrapasan el deseo erótico, y
descienden al abismo de sus instintos... La polla de Herbert reacciona con una
fuerte erección. Son dos hombres con sexo de acero.
El
soldado enemigo acerca su gruesa verga a la cara de Herbert que permanece de
rodillas ante él. El deseo humedece sus ojos de incierto color, entre miel y
castaño. Unas gotas de sudor confieren un brillo especial a la belleza de su rostro.
Inspira profundamente para llenarse del olor a orina y polla que desprende el
gran miembro viril de ése semental de mirada malévola, de su bárbaro rival
hostíl. Y con completa sumisión, abre la boca y empieza a tragarla glotonamente
cómo puede... Dentro de esa boca húmeda y caliente, la polla del rudo soldado
adquiere un volumen y dureza aún mayor, llenándole la boca... Herbert chupa con
verdadera ansia el miembro del soldado, que no deja de jadear de placer, por el
volcán de sensaciones que le hace sentir Herbert, lamiendo viciosamente la
comisura de su enrojecido glande, succionándoselo con los ojos cerrados, para
saborear más el líquido seminal que sale de él cómo el maná ... Los cuerpos de
los dos militares están enganchados en plena vorágine de placeres, por un
tiempo que parece infinito. De
pronto, las piernas del militar empiezan a temblar... con su manaza callosa
aprieta la nuca de Herbert contra su sexo y hunde sin contemplaciones su pollón
hasta el fondo de la garganta de éste, que chupa abnegadamente. El militar
siente que un espasmo recorre su cuerpo y, mugiendo cómo un toro de lidia,
descarga su furia sexual en una tormenta de semen que llena la garganta de
Herbert. Éste abre los ojos de golpe, e intenta tragar frenéticamente los
chorros de leche, a la vez que saca ésa gran polla de su boca para no ahogarse.
El
soldado extranjero se lo mira complacido, sonríe y, cómo si contara con la
complicidad y anuencia del cielo, dispara... Herbert ni tan siquiera tiene
tiempo de sentir terror. Se orina... unos segundos y, cae desplomado al suelo...
satisfecho, el soldado se sacude los hilitos de semen que cuelgan de su polla,
encima del cuerpo de Herbert. Guarda su miembro aún endurecido dentro del
calzoncillo blanco y, se abrocha lentamente la bragueta. Una bala pasa a
centímetros de su cabeza chamuscándole el pelo. Empieza a correr...
El
contingente de marines que ha desembarcado en la playa está subiendo la
montaña... Al llegar junto al cuerpo de Herbert, el sargento lo mira
morbosamente, se acaricia discretamente su entrepierna y, con autoridad ordena
a los soldados de su unidad de combate que persigan al asesino. Él se queda
junto al cuerpo... nota una erección... Un soldado rezagado se gira y sonríe con
una complicidad maliciosa... La agonía
de los últimos rayos de luz cubre la montaña de eróticas sombras en pleno
aquelarre...
Fotografía :
Andrés Mauri
www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo :
Jaume Serra
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