jueves, 7 de noviembre de 2013

Polvo de éter


La masía Verdaguer era una antigua casa de campo de estructura amenazante y descascarada, con persianas carcomidas apenas sujetas a los goznes. La casa vivía un pasado olvidado en el tiempo, escondida bajo árboles frondosos presentaba una imagen ominosa, abandonada desde hacía medio siglo desde que la policía de homicidios la precintó por un vil parricidio ocurrido en ella.

Siempre me había atraído aquella casa en la que tantos años atrás, un viejo labrador mató a su hijo al enterarse de que iba a fugarse con otro chico del pueblo con el que tenía relaciones sexuales desde hacía tiempo. El "pagès", cegado por la "abominable vida pecaminosa" de su único hijo varón, entró en la habitación de éste, para ejecutar su ira cuando el joven estaba sentado en la cama esperando a su "depravado" amante para fugarse e irse a vivir juntos su "licenciosa relación" en Barcelona.

Por fin hallé la manera de entrar en la masía por la parte trasera, prácticamente sepultada bajo los árboles, arranqué una tabla de la ventana. Un torrente de luz sodomizó la oscuridad al instante. Me escurrí cautelosamente dentro y entré a una habitación en la que había una vieja cama y un armario con un espejo hecho añicos. Sentí de inmediato un escalofrío. Esparcidas por el suelo había varias fotografías manchadas de algo pegajoso de color oscuro. Cogí una para observarla. Era una foto de un color sepia, en la que se veía a dos chicos con sus torsos desnudos, en actitud cariñosa, mirándose a los ojos con deseo. Mientras sostenía la foto, tuve la sensación de que había alguien a mi espalda. Asustado, dejé caer la fotografía. Aterrado miré hacia atrás y no vi nada. Tenía el corazón a flor de piel... De pronto, la habitación empezó a adquirir un color índigo. El ambiente se volvió más sutil, era una dimensión más etérea. Las cosas eran más libres, menos densas... como si estuviese en un mundo espiritual.

Al instante, noté que unas frías manos me abrazaban por detrás. Me quedé petrificado... Era el chico guapo de la foto. Había atravesado el velo de la muerte y me tenía entre sus robustos brazos... Empezó a besarme cariñosamente el cuello. Sentí su gélido aliento en mi piel... todo el vello de mi cuerpo se erizó de golpe. Sus labios helados producían en mí sensaciones arcaicas... Me desnudó lentamente, como si de un ritual sagrado se tratara. Luego desabrochó el cinturón de sus pantalones, que al caer al suelo se convirtieron en polvo de estrellas.

Sus miles de caricias por todo mi cuerpo, me hacían experimentar unos placeres de tal intensidad, que tenía la sensación de estar constantemente a punto del orgasmo... No podía creer que estaba follando con un fantasma... era todo un caso de poltergeist. El "duende" no entendía que había fallecido por un tiro de su padre y seguía esperando en ésa habitación a su amante... Estábamos en un mundo tridimensional. Su cuerpo era perfecto, de una sensualidad que despertaba en mí todos los deseos más primitivos.

Embriagado por los intensos placeres que me hacía vivir. Noté de pronto que su inmenso y caliente pene, entraba en mi ano sin hacerme ningún daño. Una voz dentro, su falo empezó a moverse rítmicamente. Era como si viviese un delirio de opio. Todo mi cuerpo estaba lleno de su inmensa polla... Después de unas intensas horas de frenesí. Su falo empezó a derramar un caliente y vicioso líquido de color verde fosforescente. Llenando por completo todos los rincones de mi cuerpo. Me produjo tanto placer, que al instante tuve un orgasmo cósmico.

Yo seguía en el suelo en posición fetal. Las horas consumidas entre el ocaso y el amanecer penetrándome sin cesar y los litros de su caliente líquido seminal que tenía dentro de mí habían llevado a mi cuerpo a tener toda una revolución sideral, de placeres y sensaciones... Aún era incapaz de andar...

Jaume Serra i Viaplana.

Fotografía : Andrés Mauri
www.queerdarkphoto.blogspot.com
Modelo: Jaume Serra i Viaplana


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